Dios Mira el Corazón, lo que no se ve
“Pero el Señor le dijo a Samuel: No mires su apariencia ni su estatura, porque Yo lo he
En nuestra
sociedad, y lamentablemente incluso dentro de algunos círculos cristianos y
ministeriales, con frecuencia se valora lo que se puede ver: lo tangible, lo
estéticamente agradable, lo que impresiona a simple vista. Se mide a las
personas por sus logros, su nivel de educación, su atractivo físico, sus bienes
materiales, la casa que poseen, el auto que conducen o la ropa que visten, sin
detenerse a considerar en muchos casos su integridad moral o su vida
espiritual.
Pero
cuando venimos a Cristo, todo cambia. El propósito de la vida, la forma de ver
el mundo y la manera de valorar a las personas se transforman radicalmente.
Pasamos a vivir en el Reino de la fe, del amor y de la esperanza eterna. En
este Reino, lo que verdaderamente importa no es la apariencia, sino la
condición del corazón.
Dios
aprecia la humildad, el quebrantamiento sincero, la vida que se aparta del mal
y busca a su Creador con todo el corazón. A los ojos de Dios, ese corazón es un
tesoro incalculable.
No importa
tu edad, tu salud, tu nivel educativo, tu apariencia física, tu casa o tu
género. Lo que Dios ve es tu corazón. En Su Reino de amor y nueva vida, no existen
divisiones de raza, nacionalidad, condición social o económica. Ya no hay
judíos ni griegos, blancos ni negros, hombres ni mujeres, ricos ni pobres, sino
hijos e hijas igualmente amados, valorados y aceptados por Aquel que vive en
nosotros: Cristo Jesús. Y ese valor supera a todo el Universo.
Amén.
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