El Grito Silencioso de los Inocentes. Por EM
La hermana
Antonia sonrió emocionada al enterarse de que predicaría en la iglesia el
próximo domingo. Abrazó a sus dos niñas pequeñas, transmitiéndoles la
convicción de que Dios es bueno y tiene un hermoso camino y muchas
oportunidades para ellas. ¡Porque Él es bueno!
Antonia, una
mujer consagrada a Dios de una ciudad cosmopolita de Europa, junto con sus dos
pequeñas y delgadas hijas, participaba fervientemente en una congregación
numerosa. Antonia desempeñaba labores de limpieza en la congregación y era
sumamente servicial con todos. También colaboraba activamente en la escuela
dominical como ayudante de maestra de niños. Sin embargo, se le negaba la
oportunidad de enseñar o predicar en la congregación debido a su separación de
su esposo, quien la abandonó por motivos incorrectos.
A pesar de las
limitaciones, los líderes de la congregación la apreciaban mucho por su
servicio abnegado, sus ofrendas y su fidelidad al diezmo. Sin embargo, debido a
estatutos eclesiásticos, prejuicios religiosos y la resistencia de algunos
miembros más antiguos, se le impedía hablar desde el sagrado púlpito. A pesar
de estas restricciones, Antonia mantenía siempre una sonrisa en el rostro.
Servía con amor y disposición, pero en lo más profundo de su ser albergaba
tristeza y confusión al no comprender por qué se le negaba un liderazgo más
prominente. Cada noche, sus lágrimas empapaban sus mejillas y su alma, llevando
consigo interrogantes y culpas que no merecía.
Un día, Antonia experimentó un encuentro de oración cara a cara con Jesús y se sumergió en Su palabra, específicamente en Isaías 54:6-7: "Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo: Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor". Esta revelación inundó su ser con el amor de Dios, fragancias de bendiciones y misericordias nuevas cada día. Sintió el abrazo amoroso del Padre y escuchó a través de esa escritura: "Yo no miro lo que mira el hombre, sino el corazón", "Yo soy tu Dios", "Ni Yo te condeno", "Eres mi amada y mi especial tesoro", "Sirve como mi reina en mi santuario".
Este encuentro
divino fue tan impactante que Antonia se llenó de gozo, alegría y libertad.
Desde ese día, ya no se sintió relegada a una segunda clase o a una categoría
inferior en el reino de los cielos; se reconoció a sí misma como un tesoro
especial, para siempre. Al mes siguiente, con un cambio en el liderazgo
pastoral de la iglesia, el nuevo pastor le dijo a Antonia: "Prepárate este
fin de semana, Antonia, porque predicarás tus primeros mensajes. He tenido un
encuentro con Jesús que ha transformado mi corazón, llenándome de amor y
misericordia". Antonia quedó completamente paralizada por la alegría ante
las palabras de su pastor. Desde ese día, Antonia ya no lanzaba gritos silenciosos,
sino que danzaba de gozo por el amado Jesús que la liberó, restauró y la
capacitó como la más destacada predicadora de Europa.
¡Créelo!
"En Cristo no hay diferencias. En Su Presencia no hay prejuicios. El
buscador de Dios casi siempre no desecha a nadie".
Bendiciones,
Enrique Martínez
Chile
www.elhermanoenrique.blogspot.com
19/01/2024
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